En
México se viven ciertos momentos de tensión, y la razón es el acecho de la Casa
Blanca, sobre todo las acusaciones de una alianza entre el gobierno y el narcotráfico.
Llama la atención que sea hasta este
momento en que nació esa acusación cuando abiertamente vimos una buena relación
entre el gobierno norteamericano y los gobiernos de la autodenominada 4T, incluso
vimos la entrega de un ex secretario de defensa por parte de las autoridades
norteamericanas al gobierno de México, con acusaciones de narcotráfico.
Sin entrar en mayores detalles, el gobierno
norteamericano decidió imponer aranceles a los productos mexicanos que ingresan
a su país, y México reaccionó con la entrega de 29 personas acusadas de narcotráfico,
desde luego, sin respetar el debido proceso legal y bajo la tácita defensa de
la soberanía nacional, una especie de sacrificio para calmar el hambre de
venganza o quizá una sensación de certeza del enemigo o a quién culpar por la
grave crisis de salud que atraviesa nuestro vecino país derivado del consumo
del fentanilo, no lo sabemos.
Indudablemente debemos defender nuestra
soberanía nacional, eso no está en duda y apoyaremos a nuestra presidenta, pero
el problema radica en el cómo lo haremos, porque respetuosamente consideramos
que responder bajo argumentos chauvinistas no debiera ser la vía, lo que nos llevaría
a revivir uno de los tantos rencores históricos que tenemos, y por qué no
decirlo un trauma al nivel de los hijos de la chingada que nos expuso Paz en el
ensayo El Laberinto de la Soledad.
Consideramos que México tiene un legado
histórico y una fuerza moral basada en el amor profundo a su familia, la
amistad, el trabajo y otras virtudes que han sido reconocidas a lo largo del
planeta, incluso por encima de los detractores que nos quieren ver como un “charro
recostando en un nopal”, pero debiéramos atender de alguna manera los “rumores
internacionales”, tenemos una oportunidad histórica para demostrar que México es
un país humanista y seguro.
Una
de las maneras en hacerlo sería reconocer y cumplir inmediatamente las condenas
internacionales que ha emitido la Corte Interamericana de Derechos Humanos, derogar
la prisión preventiva oficiosa, crear un sistema independiente de servicios
periciales, e investigación criminal, revisar y fomentar los protocolos de
actuación en las Fiscalías para delitos graves como el secuestro, la trata de
personas, el narcotráfico, las desapariciones forzadas y desde luego el
feminicidio.
Pero sobre todo rechazar categóricamente y
públicamente a aquellos políticos sean del partido que sean, que tengan
vínculos con el narcotráfico, porque esos si tildan, sí manchan, sí dañan. ¿Estaremos
a la altura de las circunstancias?
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