lunes, 20 de noviembre de 2017

La Esperanza Revolucionaria

LA ESPERANZA REVOLUCIONARIA
                                                                                    Roberto Julio Chávez Delgado*.
                                                          Al maestro Carlos H. Durand Alcántara, por su
                                                         empeño en la formación de espíritus revolucionarios.

Sumario: 1. Introducción / 2. Los intelectuales orgánicos y la escuela revolucionaria/ 4. El manifiesto del PLM: como primer planteamiento revolucionario/ 5. El plan de Ayala: como respuesta al plan burgués de San Luís/ 6. La declaración social de 1917: ¿conclusión de la revolución? / 7. A manera de conclusión/ 8 Bibliografía.

  1. Introducción
El presente estudio pretende analizar las posiciones de algunos actores revolucionarios, así como las corrientes teóricas que influyeron en su pensamiento, tal análisis se obtendrá, elementalmente, de la reflexión de ciertos aspectos de dos documentos revolucionarios: El manifiesto del partido liberal mexicano y El plan de Ayala, bajo el método de la dogmática jurídica en la línea de sistematización[1]. Se toman tales documentos por considerarse como elementos trascendentes que marcaron las directrices de un movimiento que más allá de buscar intereses individualistas plantearon una nueva Nación de tinte social e igualitario que, sin embargo, para algunos fue una simple revolución de papel ó interrumpida.[2]       
La revolución mexicana al igual que otros movimientos  armados en México, es un intento de emancipación e inclusión por parte de las clases más vulnerables de la sociedad, que ha pesar de haber transitado por diferentes momentos no ha podido consolidarse en un verdadero cambio que reivindique la condición de los sujetos olvidados de forma sistemática por todas las instituciones nacionales.
      Al respecto cabe mencionar, los escenarios pasados en la memoria de la nación, como fueron, entre otros el movimiento liberal de las leyes de reforma, en donde un conjunto de hombres preocupados por la situación de la patria la liberaron de los dogmas enajenantes de la Iglesia, asimismo resaltaron el humanismo social, donde personas como Ignacio Ramírez[3] plantearon de cierta forma al Estado como una beneficencia social, que estuviera a la orden de los menesterosos y débiles. Aunque es necesario resaltar que aquéllos ideales no triunfaron, pues, la mayoría constituyente de aquél 1856  consideró que al tutelar los derechos del individuo también se protegerían los de la sociedad.
    Posteriormente, bajo el régimen golpista de Porfirio Díaz, la consigna principal de aquél gobierno fue el “orden y progreso”,  aspecto que si bien, por una parte, ayudó al país a salir adelante económicamente, por otra, fue a costa de los sectores de la población más necesitados.
       Así entonces, surge el movimiento armado revolucionario, que en un primer momento tendría como premisa fundamental los idearios burgueses, cuya dirigencia se ostentaría en un programa “moderado” denominado Plan de San Luis emitido por Francisco Indalecio Madero, hombre pequeño-burgués y especialista en Administración de Empresas, quien indudablemente no buscó, como varios personajes de la historia mexicana, eliminar la evidente desigualdad social.
         En ese contexto fue que surgió dentro de la Revolución  el poder de las masas, quienes bajo las dirigencias auténticas de Emiliano Zapata, Francisco Villa (Doroteo Arango)[4], Ricardo Flores Magón, Antonio Díaz Soto y Gama, Librado Rivera, entre otros, encausaron las premisas campesino-obreras esencialmente, aunque no dejaron de hacer un planteamiento en general de la sociedad mexicana.  
2. Los intelectuales orgánicos y la escuela revolucionaria
El papel de los intelectuales orgánicos en el sentido gramsciano dentro de la sociedad  es  generar  crítica en torno a las instituciones que conforman ésta con la finalidad de despertar una conciencia dentro de sus integrantes, por medio de la formación de teorías que analicen de manera objetiva las condiciones reales y materiales de la comunidad, confrontándolas con la justificación o engaño ideológico por parte de la clase dominante. Sin embargo, existe también  un sector de intelectuales que justifican el actuar del Estado,  quienes  bajo el manto de ciencia, confunden a las masas con sofismas falaces, y pretenden demostrar una razón universal, desacreditando cualquier posición contraria a sus intereses,   tal como lo define Louis Althusser: “(La) ciencia no habla de filosofías sino concepciones del mundo… la lucha filosófica es la lucha entre dos grandes tendencias de las concepciones del mundo”[5]  Es decir hay dos grandes fuerzas productoras de teorías que pretenden explicar el mundo externo en relación a la población en general,  a fin de dirigir su acción en el sentido correcto, el idealismo y el materialismo; claro para cada parte[6], lo que puede resultar tentador para la clase explotadora, tal vez es perjudicial para la clase obrera y viceversa, aunque cabe señalar que quien impone los ordenamientos con la falacia del “interés común” es la clase burguesa. Luego entonces ésta imputa su fuerza por medio de un sistema que domina mediante instrumentos ideológicos que se derivan del Derecho, la Economía y Sociología, entre otras disciplinas, pretendiendo confundir a la clase obrera que no está plenamente conciente del sistema explotador en el que se encuentran. Es por ello que el papel de los intelectuales orgánicos críticos es de vital trascendencia, ya que de cierta forma advierten al  obrero y al campesino, las argucias retóricas de un sistema que los mantiene controlados con  rituales mentirosos y excesivas formalidades para legitimar el engaño.
     En el caso de la Revolución mexicana, nos parece trascendente señalar el club liberal Ponciano Arriaga, el cual fue fundado (1900) por Camilo Arriaga[7] (1864-1945), quien había sufrido reveses en sus intereses particulares, por parte del gobierno de Porfirio Díaz. Por tanto, consideraba que tenía que hacerse un cambió en las políticas económicas del país, además de estar en concordancia con las ideas de teóricos anarquistas y socialistas, debido a la influencia de “…las obras de Prohudon, Marx, Engels, Bakunin y otros…”[8],  textos del extranjero que trajo a México, con el objeto de organizar reuniones en su casa para compartir y discutir tales ideas entre los miembros del club, dentro de los que destacaron: Juan Sarabia, Librado Rivera, Antonio Díaz Soto y Gama, Ricardo, Jesús y Enrique,  Flores Magón.
      Ahora bien, la finalidad y existencia de tal club liberale fue el formar círculos de estudio, donde despertaran la conciencia de la sociedad mexicana; en especial la de los grupos de la clase baja, pues ellos eran los más afectados por el régimen dictatorial. Sin embargo los creadores de dichos círculos jamás se imaginaron que ahí se formaron activistas que  más adelante dirigieron a la clase obrera hacía la Revolución, por ejemplo Manuel Dieguez (huelga de cananea y ejercito de noroeste) ó Antonio Díaz Soto y Gama (asesor del ejercito revolucionario del sur).
      Una de las teorías clave en los que se fundaron los intelectuales orgánicos de la revolución, aunque de manera indirecta, fue la  marxista,  en especial dentro de la concepción revolucionaria:
…La lucha es entablada por obreros aislados, después, por los obreros de una misma fabrica, más tarde, por los obreros del mismo oficio de la localidad contra el burgués individual que los explota directamente[9]
Luego entonces, la clase trabajadora se va organizando de acuerdo a las estrategias más elaboradas, algunas propuestas por el  Manifiesto Comunista:
Los obreros empiezan a formar coaliciones contra los burgueses y (se) activan en común para la  defensa de sus salarios. Llegan hasta formar asociaciones permanentes para asegurar los medios necesarios, en previsión de estos choques eventuales.[10]
Cabe destacar que la teoría marxista-leninista se fundamenta en dos elementos principales, por un lado, el materialismo histórico, el cual analiza los elementos económico-históricos de la sociedad de manera objetiva al paso de los años, por otro, la dialéctica materialista, que a partir del materialismo histórico define la estrategia del movimiento obrero en su actuar.[11] Empero algunos revolucionarios mexicanos como Madero y Carranza sólo buscaron reemplazar a la administración en turno. Por tanto, dentro de ese eje,   no existieron como tales los intelectuales puros, como es el caso de los socialistas,  quienes estudian de forma crítica las relaciones de explotación en las sociedades capitalistas.
3. El manifiesto del PLM: Como primer planteamiento revolucionario
Dentro de la lucha revolucionaria emanaron de las huestes campesinas y obreras teóricos e ideólogos del sentir revolucionario,  tal es el caso de los integrantes del Partido Liberal Mexicano, quienes bajo la dirección del pequeño burgués Camilo Arriaga formaron grupos de discusión política, con la finalidad de crear en las masas una auténtica “conciencia” emancipadora de la explotación capital, aunque en su inicio fueran de simple resistencia clerical. En un principio se les denominó con el nombre del  liberal  “Ponciano Arriaga”[12], que más tarde se convirtió en el Partido Liberal Mexicano cuyo programa “…estaba sólidamente orientado hacia los trabajadores asalariados,”[13] entendidos éstos, como aquéllos que no poseían medios de producción ni propiedades. En consecuencia, tal proyecto tuvo una orientación política que coadyuvó con una perspectiva diferente a la burguesa dentro de la revolución, con el objeto único,  de realizar un verdadero cambio económico-social y equitativo. 
       De esta suerte, lo que inició solo como un club de discusión intelectual, pronto se convirtió en la “cabeza” de un  movimiento nacional alternativo de sociedad y gobierno, toda vez que “…en presencia del riesgo posible de perder las conquistas de nuestras revoluciones (independencia y reforma), se propone a los liberales la organización de clubes liberales en constante relación entre si…”[14],  que brindaba la oportunidad de difundir de manera masiva las doctrinas imperantes en los círculos de estudio, para organizar el cambio económico político que necesitaba el país, aunque fuera por medio del movimiento armando, como los que se dieron en la plaza principal de Jiménez , Coahuila y en Acayúcan, Veracruz en 1906,  a cargo, el primero de Juan José Arredondo y León Barra y el segundo por Hilario Salas.[15]
      Sin embargo el gobierno inició  una persecución sangrienta en contra de los organizadores del PLM, ya que sus ideas y propaganda se  fueron materializando  en diferentes revueltas y movimientos huelguísticos[16]. Además de un programa que no sólo creo conciencias en las clases obrero-campesinas de México, sino también de alguna manera,  las bases de lo que fue la nueva Constitución (1917). En efecto, dicho documento contenía propuestas concretas sobre reformas a la ley suprema  indispensables para un gobierno tolerable, aunque por motivos específicos del presente estudio nos concentraremos a la parte denominada Capital y Trabajo, de donde se desprende la conciencia y preocupación que tenía el PLM hacía la clase asalariada, debido a que se tratan aspectos que no se habían señalado en la Constitución del 57. Tal es el caso de derechos laborales como: 1) salario; 2) jornada; 3) descanso dominical; 4) habitación; e 5) higiene, entre otras.[17] Sin embargo destaca la omisión que se refiere al derecho de asociación o de sindicalización, asimismo el de huelga. Aunque cabe señalar la siguiente hipótesis que sostengo, en que la anterior omisión no fue por la negligencia, ni olvido del partido liberal, sino todo lo contrario en atención y respeto al verdadero derecho sindical. Los propios miembros del partido evitaron las medidas de reglamentación excesiva, en virtud de que comprendieron que más que cualquier  prestación legal, la huelga es un legítimo recurso para la destrucción de un sistema explotador, como es el caso del capitalista.
      Por otra parte, no hicieron limitativos los derechos laborales dentro del programa antes mencionado, toda vez que dentro de los puntos generales dejan implícita la intención de profundizar de manera especial sobre los temas agrarios y laborales, claro una vez que tomen el poder, tal como se aprecia en el punto número 51 del citado documento:
    El primer Congreso Nacional que funcione después de la caída de la dictadura anulará todas las reformas hechas a nuestra constitución…  por el gobierno de Porfirio Díaz; reformará nuestra Carta Magna, en cuanto sea necesario para poner en vigor este programa; creará las leyes que sean necesarias para cumplir el mismo objeto; reglamentará los artículos de la Constitución  y de otras leyes que lo requieran, y estudiará todas aquellas cuestiones que considere de interés para la patria, ya sea que estén enunciadas o no en el presente programa, y reforzará los puntos que aquí constan, especialmente en materia de trabajo y de la tierra.[18]
De lo anterior se desprende la intención por parte del PLM sobre la absoluta necesidad por derrocar al gobierno porfirista, como consecuencia de los múltiples abusos que en materia social sufrió la ciudadanía, y como medida provisional el partido (PLM) propuso anular todas las acciones legales pero ilegítimas de un gobierno golpista, como el de Porfirio Díaz, a efecto de que no siguieran ocasionando daños mayores a los agraviados. En ese sentido también se previó la facultad de reformar la antes mencionada ley suprema, sólo en casos que sean indispensables para dirigir las políticas en convergencia con los preceptos de dicho programa; es decir, que no abusaría de poder para cambiar la constitución, sino que tales reformas se hicieran únicamente en las materias que afectaran los intereses  plasmados dentro del manifiesto. Teóricamente éste surgió de las necesidades que previamente fueron investigadas y analizadas por el grupo de intelectuales que formaron parte del partido; por tanto, no se consideraba necesario pasar más allá de las reformas previstas. Sin embargo deja abierta la posibilidad de realizar otras reformas dentro del máximo ordenamiento, pero con el requisito de incluir previamente una investigación por parte de los intelectuales sobre problemas que consideren de una solución improrrogable, aunque tales temas no se encuentren dentro de las directrices del  programa.  Asimismo se plantea la necesidad de reforzar los principios que benefician a las clases más desprotegidas por parte del gobierno, como es el caso de los trabajadores y los campesinos.
     En el caso de los trabajadores los puntos son bastante claros, ya que  fundamentalmente se busca  mejorar  el salario y las condiciones generales de trabajo, por otra parte,  en cuanto a los trabajadores del campo dicho manifiesto, si bien mencionaba las condiciones de trabajo, lo hizo  de manera muy limitada, en consecuencia,  no hay detalles precisos sobre el trabajo. En el sentido de que según el manifiesto del partido,  el gobierno de manera unilateral exigirá a todos los que cuenten con un terreno para trabajar que lo hicieran producir,  en caso de no hacerlo  será recuperado por él mismo (propiedad originaria) para otorgárselo a otro individuo que tenga el interés de explotarlo[19]; es decir,  se toma la producción agrícola  como base fundamental para el desarrollo del Estado.    
     Así pues, encontramos que ambos casos son tratados de manera muy similar, en el sentido que  el partido liberal los considera trabajadores, aunque en el caso de los campesinos imperen condiciones especiales, por la propia naturaleza del trabajo, homogeneidad que sería elemento esencial de las clases que fueron el motor de la revolución mexicana,  ya que si bien es cierto que esta fue elementalmente agraria, también lo es que la chispa que despertó la conciencia revolucionaria y realizó los primeros movimientos de acción fue la clase obrera. Por ello, es esencial que estas dos clases de manera indispensable mantuvieran un contacto continuo y sistemático,  a manera que se brindara apoyo en los momentos que se necesiten a favor de la nación. Un ejemplo claro  del cumplimiento de los ideales de lucha que el PLM, es que planeo y  propicio dos de las más grandes huelgas nacionales: Cananea y Río Blanco, “en términos de ideología, las revueltas de 1906 y 1908 buscaron cumplir el programa del PLM, con especial hincapié en el código laboral y en la restitución de los ejidos…”[20]
         A manera de recapitulación, la finalidad de dicho programa fue derrocar el sistema autoritario de Porfirio Díaz y, a partir de ahí construir un nuevo gobierno que satisficiera las necesidades del pueblo; en ese sentido la ideología del partido liberal es el principio de la reivindicación de los desposeídos y olvidados; es decir, de los sectores que más desatención y explotación tuvieron dentro del régimen autoritario, como son el caso de los campesinos y los obreros. Cabe destacar que dentro del punto materia de análisis, se desprende que los integrantes del PLM consideran al texto original de la constitución de 1857, cuando este ordenamiento fue creado por gente eminentemente liberar con tendencias capitalistas, en donde no existieron grandes aportaciones sobre protección hacia los intereses de los incipientes trabajadores. Asimismo se dejó a un lado el tema de los campesinos, quienes son obreros rurales, considerando a la tierra como un medio de producción. Por otro lado se propuso el estudio de todos aquellos problemas que fueran considerados fundamentales para la patria, por tanto, la intención de los partidarios liberales no fue limitar de manera dogmática sus premisas y concepciones del país, sino realizar una profunda reforma dentro del mismo, con la finalidad de otorgar soluciones concretas y legítimas a los gobernados.
    En efecto, el PLM fue uno de los motores ideológicos del movimiento revolucionario, en virtud de que éstos planteaban realmente  un cambió radical en la estructura de México, por medio de la lucha armada, prueba de ello fueron los movimientos huelguísticos que se dieron en el año de 1906, ya que en ellos se vio plasmado el sueño de los revolucionarios miembros del PLM, quienes buscaron la realización de una utopía realizable.
4. El plan de  Ayala: Respuesta al plan burgués de San Luís
Uno de los principales problemas que aquejaron a la Nación, y en particular a los habitantes de ésta, fue la cuestión de la propiedad. Tal como se desprende de los estudios de Andrés Molina Enríquez, quien afirma que:”Todas las planicies pertenecen a las Haciendas, y los pequeños centrote(sic.) población están remontados a las montañas, o mejor dicho a los cerros… casi siempre desnudos de toda vegetación que no sea la de su propio cultivo.”[21] De lo anterior, se desprende un aspecto común dentro del régimen de Porfirio Díaz: el monopolio de la tierra en manos, por un lado, de los criollos comerciantes, y por otro, de extranjeros, dejando al margen a los pueblos originarios de la nación, quienes son los legítimos dueños de tales tierras, como se desprende del principio jurídico, primero en tiempo primero en derecho.  Ahora bien, al configurarse la revolución mexicana  en el plan burgués de Madero, denominado Plan de San Luís, no podía faltar el tema de la propiedad, como se advierte en el tercer párrafo del artículo 3:
3°…
Abusando de la ley de terrenos baldíos, numerosos pequeños propietarios, en su mayoría indígenas, han sido despojados de sus terrenos, por acuerdo de la Secretaría de de Fomento, o por fallos de tribunales de la República. Siendo de toda justicia restituir a sus antiguos poseedores de terrenos de que se les despojó de un modo arbitrario, se declaran sujetas a revisión tales disposiciones y fallos y se exigirá a los que los adquirieron de un modo tan inmoral, o a sus herederos, que los restituyan a sus primitivos propietarios, a quienes pagarán también una indemnización por los prejuicios sufridos. Sólo en caso de que esos terrenos hayan pasado a tercera persona antes de la promulgación de este Plan, los antiguos propietarios recibirán indemnización de aquellos en cuyo beneficio se verificó el despojo.[22]
Al respecto, cabe señalar que tal como se deduce del párrafo anterior, la intención de Madero, sólo es dar en revisión los actos jurídicos que se dieron en perjuicio de los antiguos poseedores, a quienes considera desde su óptica burguesa como pequeños propietarios;  asimismo, el gobierno maderista pretendió respetar la adquisición de terceros (aunque haya sido ilegítima) y obligar a los propietarios originarios solamente a recibir una indemnización; es decir, no asegura de ninguna manera la restitución de sus tierras a los legítimos dueños, de forma tal, que la primera hipótesis que se desprende es la de los actos arbitrarios a revisión , pues, otorga la presunción iuris tantum  al ilegítimo poseedor, cuando lo obvio sería confiscar absolutamente todos los bienes de los enemigos de la revolución ó de quienes se han apoderado, por medio del gobierno autoritario, de lo que no les pertenece. En segundo lugar, tal plan respeta la adquisición de las propiedades que hayan sido adquiridas por terceros, en donde sólo se les obliga al pago de una indemnización, entonces, surge la pregunta: ¿Qué pasará con aquéllos que ilegalmente obtuvieron la propiedad? ¿No se les castigará? Y en todo caso, ¿El gobierno que emane del movimiento maderista, permitirá actos jurídicos que surjan de la ilegalidad?  Además  de la sumisión ante las potencias imperialistas que resaltan del documento en análisis, pues, en el párrafo segundo del artículo 3°, se enuncia inequívocamente: “En todo caso serán respetados los compromisos contraídos por la administración porfirista con gobiernos y corporaciones extranjeras antes del 20 del entrante.”[23] De modo que, no importa el origen legal o ilegal de los compromisos, sean justos o leoninos para el Estado y la sociedad, el gobierno revolucionario tendrá que respetarlos.
      Desde luego, el movimiento maderista fracasó, aunque resulta interesante el análisis, desde el aspecto jurídico estudiado en donde la respuesta y proyecto que postularon las huestes revolucionarias auténticas al problema de la propiedad y de lo indígena, claro con su respectiva posición y perspectiva. Para ello, es insoslayablemente necesario entrar al estudio del Plan de Ayala, el cual se desprende de la junta revolucionaria del Ejercito Libertador del Sur, comandada por el mítico personaje Emiliano Zapata[24],  quien fue electo dentro de las comunidades originarias de cierta parte del Estado, particularmente de Anenecuilco el 12 de septiembre de 1909.[25] Así pues, se estableció una de las primeras direcciones realmente democráticas del Estado, no imposiciones como las del gobernador Escandón.[26] Por ende, la trascendencia del poblado de Morelos fue externar su voluntad fundada en tradiciones comunales, que representan un icono de lo que fue una Revolución eminentemente agraria. Por tales razones, nos parece importante mencionar el Plan de Ayala, el cual resulta contrastante con el de San Luís, por ser éste último de alguna manera burgués.
      El documento antes mencionado, emitido por el ejército suriano, no es más que la expresión de las necesidades de la masa campesina, quienes no encontraron cabida en el plan de San Luís, y solamente se sintieron traicionados por Francisco Indalecio Madero, pues,  a éste se le ha llegado a acusar por ciertos sectores de haber recibido incluso dinero de los ricos hacendados e  indirectamente del gobierno norteamericano[27], y que por ello, obligó a los revolucionarios a entregar sus armas en contubernio con el gobierno impuesto provisionalmente en los Tratados de Ciudad Juárez; es decir, no tuvieron principios revolucionarios sino simples ordenes imperialistas.[28]   
       El proemio del Plan de Ayala postula:
 … Don Francisco I. Madero, el mismo que inició la precipitada Revolución, el cual impuso por norma su voluntad e influencia al Gobierno Provisional del ex Presidente de la República, licenciado Francisco L. de la Barra, por haberlo aclamado el pueblo como su Libertador, causado con este hecho reiterados derramamientos de sangre y multiplicadas desgracias a la Patria de una manera solapada y ridícula, no teniendo otras miras que el satisfacer sus ambiciones personales, sus desmedidos instintos de tirano y su profundo desacato al cumplimiento de las leyes existentes.[29]
Luego entonces, las masas campesinas declaran formalmente su emancipación al liderazgo burgués, dando muestras fehacientes de su despertar de su “conciencia de clase”, aunque, cabe aclarar que no por ello desecharon las premisas reformistas del Plan de San Luís, ya que aceptan la necesidad imperante de la Democracia, pero bajo un gobierno que reivindique lo que pertenece a sus clases, quienes han sido despojados, expoliados y humillados, desde la época colonial. En tal sentido, se declara como epicentro de las legítimas demandas revolucionarias el artículo sexto del Plan en análisis:
 6°… los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados científicos o caciques a la sombra de la tiranía y justicia venal entrarán en posesión de estos bienes inmuebles desde luego los pueblos y ciudadanos que tengan sus títulos correspondientes a estas propiedades, de las cuales han sido despojados por mala fe de nuestros opresores, manteniendo en todo trance, con armas en mano, la mencionada posesión…[30]
De este modo, se deduce el espíritu revolucionario, que otorga legitimación activa a todo aquél ciudadano o pueblo que haya sido despojado de las tierras o aguas que le pertenecen a tomar arma en mano tal posesión de manera inmediata, pues, como se desprende de tal artículo existe una presunción legal, donde se invierte la carga de la prueba hacia los terratenientes y cacíques, porque se entiende que aquéllos que se han apoderado de las tierras y que no cuenten con un título de propiedad idóneo, serán presumidas como poseedoras de mala fe; es decir, otorga derechos tanto individuales como colectivos, ha quienes hayan sido despojados de sus propiedades, dando así respuesta a uno de los principales motivos de la Revolución: La propiedad.                       
5. La declaración social de 1917: ¿conclusión de la revolución?
A partir del manifiesto del Partido Liberal Mexicano y del Plan de  Ayala, podemos definir que inició la verdadera Revolución, aquélla que tuvo por finalidad el crear instituciones equitativas para las clases desprotegidas, como es el caso de los obreros y los campesinos, hacia los organismos ineficaces de una dictadura que hicieron de la Nación un monopolio de privilegios. Por ello, fue necesaria la creación de un nueva Constitución, toda vez que las leyes emanadas de la constitución del 57 procuraron solamente principios de libertad fundadas en teorías solamente individualistas, tal es el caso del derecho al trabajo, en donde sólo se garantizó la libertad de trabajo[31], plasmado en su artículo 5º, siendo éste muy limitado, pues, no otorgaba amparo alguno para los trabajadores del siglo XIX en cuestiones laborales colectivas o de seguridad social, por tanto, existió una incongruencia inaceptable dentro de la estructura jurídica en relación con la realidad que vivieron los trabajadores de esos tiempos, por mencionar algunos. Entonces, fue necesario formar un nuevo orden legal, que estuviera más acorde con los retos que se presentaban a raíz de la inminente industrialización y con la finalidad de acercar lo más posible  los conceptos de justicia y legalidad, tal como lo señala el Dr. Mario de la Cueva:
Toda doctrina que no es parte de la vida… (es) un ocultamiento de la vida, de sus necesidades y de sus aspiraciones. Mayor es el daño (que  hace) la teoría pura del derecho, ese positivismo nihilista, esa fuga ante la vida y ante sus problemas, que conduce a la justificación de los regímenes totalitarios y gorilatos de América y Asia.[32]
Es decir, la función del derecho que sólo cumplió con justificar los actos de un soberano totalitario entró en decadencia, generando descontento y  necesidad de investigar y proponer nuevas alternativas, por parte tanto de los ideólogos-juristas como de la población común, que cumplieran con las expectativas que exigieron tanto el movimiento obrero y campesino como la sociedad en general.
      Luego entonces, fue necesaria la creación de nuevos conceptos de sociedad y sus derechos, que desde ahora en adelante no serían únicamente protectores del gobierno y de las clases privilegiadas, sino también de  las clases vulnerables, quienes hacían uso de una de las más grandes virtudes de la sociedad: la organización.  
    En efecto prueba fehaciente de lo anterior es “… la primera Revolución social del siglo XX y (que) encontró en la Constitución de 1917 su más bella cristalización histórica…”[33], en ese sentido se puede establecer que la revolución mexicana buscó un cambio, dentro del que se respetaran derechos mínimos de la sociedad en general, como son:
a)    Derecho a la tierra.- En el que se asegurara a los individuos el derecho de propiedad, pero no en el sentido de  la burguesía, sino  del concepto  socializante; es decir, que se asegurará a cualquier hombre un medio de producción digno, siempre y cuando la trabajara.
b)    Derecho al trabajo.- En el que se le otorgaran al ciudadano no sólo el derecho a elegir libremente la profesión o arte, sino que se le asegure un medio de subsistencia y protección económica y social para él y su familia.
c)    Derecho a la organización.- un derecho de plena importancia dentro de una sociedad que admite desigualdades sociales, como es la mexicana, ya que  por esta vía se puede aspirar a un mayor equilibrio  de la sociedad.
De lo anterior se deduce un derecho con reglas mínimas que aseguren el desarrollo de una sociedad relativamente justa, sin embargo no ideal , porque aún con las directrices fijadas no se elimina por completo el sistema de explotación capitalista, aunque se da un primer paso a la socialización tanto de los medios de producción como de la tierra, por tanto, digamos que es un breve acercamiento hacía una sociedad con sentido de justicia social, otorgando un sentimiento de igualdad entre los ciudadanos, característica que no ha podido cumplir el modelo legal burgués. Ahora bien, en México la forma en que esto se realizó fue mediante la Constitución de 1917, gracias a las intervenciones de diversos integrantes del Congreso constituyente[34] que logró entender, de alguna manera, el sentido real de la Revolución, tal es el caso de Alfonso Cravioto que en discurso ante la cámara de diputados dijo:
…así como en Francia, después de su revolución , ha tenido el alto honor de consagrar en la primera de sus cartas magnas los inmortales derechos del hombre, así la revolución mexicana tendrá el orgullo legítimo de mostrar al mundo que es la primera en consignar en una constitución los sagrados derechos de los obreros.[35]
Lo que hace presunción de cierta conciencia del constituyente sobre el acto que realizó, otorgando por primera vez en el mundo dentro de una Constitución derechos a las clases oprimidas; es decir, cambiar parte de un sistema  impuesto en todos los ámbitos, aunque sólo en el campo de la superestructura, ya que como es sabido estas libertades no fueron más que una salida, dentro del mismo sistema, a una crisis imperante que llevaría a una real transformación[36], empero, México fue el salvador de las tendencias que se avecinaban, en el sentido de que logró dominar una vez más mediante el modelo ideológico a una sociedad que salió con armas en mano para lograr un cambio auténtico y no obtuvo más que el reconocimiento de una Ley formal.
6. A manera de conclusión 
De la reflexión del presente estudio, se puede destacar  que la Revolución mexicana, como es sabido, fue eminentemente burguesa, pues, nunca se postuló como elemento principal la desaparición de la propiedad privada y  de los grandes medios de producción y su socialización. Sin embargo, sí se formularon ciertos ideales de las masas campesinas y obreras, como es el caso del Plan de Ayala ó del Programa del Partido Liberal Mexicano, en donde se exponen demandas concretas e inmediatas, como son: el reparto agrario y  las condiciones mínimas laborales, entre otros puntos.  
      Empero, no se realizó el objetivo común a largo plazo, el cual fue generar un nuevo Estado en donde las masas fueran incluidas, porque no contaron con un plan a ese plazo, aunque, si mostraron la capacidad de organización y lucha, por ello,  hoy en día existe una cierta nostalgia revolucionaria, que se expresa por medio de movimientos urbanos campesino y obreros. Al respecto, cabe recordar el éxito de los movimientos en 1994 del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional[37] ó  de 2006 a la fecha el movimiento López-Obradorista  que proponen, entre otras cosas,  la extinción de los sistemas de privilegio oligárquicos en la Nación, así como un cambio ó reforma en la estructura económica de México (capitalista).        
     Por lo tanto, considero necesario retomar aquéllos movimientos e ideales revolucionarios, que más allá de ser textos constitucionales, sean los principios generales y éticos de todo el país. Así pues, la mayoría de  las interpretaciones estudios y propuestas, jurídicas, sociológicas, económicas y políticas de aquél Estado del pueblo mexicano deberían enfocarse al desarrollo de bases derivadas de paradigmas reivindicativos como fueron: el zapatismo, el villismo o el magonismo,  y así completar lo que debió ser una verdadera Revolución Social.  
7. Bibliografía

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Artículos especializados

-González Navarro, Moisés, “La ideología de la revolución mexicana”, dentro de ¿Ha muerto la revolución mexicana?, [ Trad. Héctor David Torres],  3° ed., Premia Editora, México,[La red de Jonas], 1981.

-Santos Azuela, Héctor, “Genealogía y perspectivas del sindicalismo y el derecho sindical en México”,  en: Alegatos, número 73, septiembre-diciembre, UAM-A, 2009

Documentos históricos

-Plan de Ayala

-Manifiesto del Partido Liberal Mexicano

-Plan de San Luís












* Candidato a Maestro en Estudios Sociales, con la línea en Estudios Laborales por la UAM-I; Miembro del Grupo de investigación en Derechos Humanos y Marginalidad, UAM-A. 
[1] Véase, Hernández Estévez, Sandra Luz y López Durán Rosalío, Técnicas de investigación jurídica, 2° ed., [colección textos jurídicos], Oxford, México, 2004, pp. 36-38.
[2] Bulnes, Francisco, citado por: González Navarro, Moisés, “La ideología de la revolución mexicana”, dentro de ¿Ha muerto la revolución mexicana?, [ Trad. Héctor David Torres],  3° ed., Premia Editora, México,[La red de Jonas], 1981, p. 172.   
[3] “De las intervenciones parlamentarias solo destaca la de Ignacio Ramírez, el Nigromante, que censuró el menosprecio por la consideración de  los derechos laborales, exigiendo la necesidad de reconocer el derecho de los trabajadores a la participación de utilidades: aportación visionaria que no fue aprobada por los constituyentes”, Santos Azuela, Héctor, “Genealogía y perspectivas del sindicalismo y el derecho sindical en México”,  en: Alegatos, número 73, septiembre-diciembre, UAM-A, 2009, p.523.   
[4] “Las figuras de Emiliano Zapata y Pancho Villa son diáfanas y nítidas, y sus grandes sombras claras, como jefes de la época heroica de una Revolución que aún no ha terminado, cubren todavía la vida entera de México porque siguen vivas en las mentes de su pueblo.” Gilly Adolfo, La revolución interrumpida, 4° ed. , El caballito, México, 1974, p. III.
[5] La filosofía de la revolución., 13°, Cuadernos de pasado y presente, México, 1983. p. 17.
[6] Una la proletaria y la otra la burguesa, la primera mediante la dialéctica materialista y la segunda  con la dialéctica idealista.
[7] Ingeniero de minas, radicado en San Luís Potosí, de familia oligárquica, cuyo padre era don Benigno Arriaga, sobrino de don Ponciano Arriaga, quien fue senador en dos ocasiones, cfr. Crockcroft, James D, Precursores intelectuales de la revolución mexicana (1900-1913), [Trad. Maria Eunice Barrales], Siglo XXI, México, 1985,  p. 63.
[8] Ibíd, p. 64.
[9] Marx, Karl, “Manifiesto Comunista” en Marx K. y Engels F., en obras escogidas, progreso, Moscú, 1969, p. 41.  
[10] Ibíd, p.42.
[11] Véase, Konstantinov F., et. al., Fundamentos de filosofía marxista- leninista, [Trad. L. Vládov], Progreso, Moscú, 1982, pp. 46-65.
[12] “…el 30 de agosto de 1900, Camilo Arriaga publicó su manifiesto <<Invitación al partido Liberal>>, denunciando el resurgimiento del clericalismo bajo el porfiriato…”   , Crockcroft, James D., Op. cit., p. 87.
[13] Ibíd. p. 127.
[14] Córdova, Arnaldo, La ideología de la revolución mexicana,  La formación de un nuevo régimen, México, IIS, UNAM, 1973,  p. 88.
[15] Cfr. Crockcroft , James  D., Op.  cit., p. 139.
[16] Véase, Mancidor, José, Síntesis histórica del movimiento social en México,  2°, CEHSMO, México,[cuadernos obreros, número 10], 1976, pp. 25-32.
[17] Ibíd, p. 223-224.
[18] Ibid.,   [señalo que el subrayado es mío ] p. 225.
[19] Cfr,, Ídem, p. 224. 
[20] Crockcroft, James, Op. cit., p.135.
[21] Los grandes problemas nacionales, Instituto Nacional de la Juventud, México, 1964, p.105.
[22] [Anexo], en: Córdova, Arnaldo, Op. cit. p. 431.
[23] Loc. cit.
[24] “…la dirección del movimiento del sur no fue una dirección burguesa, sino desde el comienzo una dirección campesina con rasgos cada vez más independientes a partir de la jefatura de Zapata.” Gilly, Adolfo, Op. cit., p.57.
[25]ibidem, p. 51.
[26] Algunos estudios históricos señalan el fraude electoral que sufrió Patricio Leyva a manos de  Pablo Escandon en las elecciones para gobernador del Estado de Morelos en 1909:Véase, Womack, John Jr., Zapata y la Revolución Mexicana, [Trad. Fransisco González Aramburu], SEP-Siglo XXI, México, 1985, pp. 8-35.
[27] Gilly, Adolfo, Op. cit.,p. 75.
[28] Véase, Ibidem, p. 57-59.
[29] [Anexo], Córdova, Arnaldo, Op. cit., p. 435.
[30] Ibidem, p.437.
[31] “…bajo el manto de la libertad (de trabajo), en realidad lo que hace es legitimar la explotación de la fuerza del trabajo…” Lóyzaga de la Cueva, Octavio F., Esencia, apariencia y uso del Derecho del Trabajo, UAM-A, México, 1982, p.64.
[32] El nuevo derecho mexicano del trabajo, 4º ed.,  Porrúa,  México,  1977,  p.65.
[33] ibid, p. 38.
[34] “…la corriente jacobina se cuestionó duramente la arbitrariedad del poder ejecutivo (Carranza), sobre todo en la cuestión obrera…” Santos Azuela, Héctor, El sindicalismo en México, Porrúa, México, 1994.
[35] Citado por: De la Cueva, Mario, Op. cit., p.49.
[36] “Tras siete  años de guerra civil, mezclada con las maniobras imperialista, la triunfante coalición Carranza- Obregón organiza, a través de la Constitución de 1917,  un nuevo modelo capitalista, que es expresión formal del pacto social, que imponen las condiciones creadas por la revolución.” Leal, Juan Felipe, México: Estado, burocracia y sindicatos, El caballito, México, 1975, p.74.
[37] Véase, Romero Jacobo, Los altos de Chiapas. La voz de las armas, Planeta, México, 1994.